
Cada 29 de junio, la Iglesia Católica celebra con gran solemnidad a dos de los más grandes apóstoles del cristianismo: San Pedro y San Pablo. Aunque sus historias personales son muy distintas, la Iglesia los une en un mismo día litúrgico porque ambos dieron su vida por Cristo y por la Iglesia, y juntos representan la totalidad del anuncio del Evangelio.
¿Por qué celebrar a Pedro y Pablo juntos?
San Pedro fue uno de los Doce Apóstoles elegidos directamente por Jesús. Fue testigo de los milagros, de la transfiguración y del sufrimiento del Maestro. A pesar de haberlo negado tres veces, fue perdonado y confirmado como líder de la Iglesia. Jesús le cambió el nombre de Simón a Pedro —"la roca"— y le entregó las llaves del Reino de los Cielos (Mateo 16, 18-19), dándole una misión única como cabeza visible de la Iglesia.
San Pablo, en cambio, no fue parte de los Doce. Fue primero un feroz perseguidor de cristianos hasta que Cristo resucitado se le apareció camino a Damasco. A partir de ese momento, Pablo vivió para predicar a Cristo a los gentiles, extendiendo la fe por todo el mundo conocido de su época. Fue autor de muchas de las cartas del Nuevo Testamento y es considerado el gran teólogo y misionero del cristianismo primitivo.
San Agustín explicó por qué la Iglesia celebra a estos dos apóstoles en el mismo día:
“Comparten la misma solemnidad porque fueron uno solo. Aunque murieron en días distintos, fueron como un solo cuerpo. Pedro fue primero, Pablo lo siguió.”
Muerte y legado
Ambos fueron martirizados en Roma, probablemente bajo el mandato del emperador Nerón. Pedro fue crucificado boca abajo en el circo de Nerón (por sentirse indigno de morir como su Señor) y fue sepultado en la colina del Vaticano, donde hoy se encuentra la Basílica de San Pedro. Pablo, ciudadano romano, fue decapitado y su tumba está en la Basílica de San Pablo Extramuros.
Por eso, ambos son considerados los patronos de Roma, no solo porque murieron allí, sino porque juntos fundaron la fe cristiana en esa ciudad, que luego se convertiría en el corazón de la Iglesia universal.
Celebraciones actuales
Esta solemnidad es también una fiesta de unidad eclesial. Cada 29 de junio, el Papa bendice los palios que se entregarán a los arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. El palio es una banda de lana blanca que simboliza la comunión de estos obispos con el sucesor de Pedro y su responsabilidad como pastores en sus provincias eclesiásticas.
Pedro y Pablo, testigos de esperanza
Pedro nos enseña que, aunque caigamos, Cristo nos vuelve a levantar y nos confía una misión. Pablo nos recuerda que nadie está fuera del alcance de la gracia de Dios, y que todo puede cambiar con un encuentro real con Cristo.
Ambos representan la misión completa de la Iglesia: Pedro simboliza la unidad y la firmeza doctrinal; Pablo, el ardor misionero y la apertura a todas las naciones.
¿Qué podemos aprender hoy de ellos?
Que nuestra historia, por rota o incompleta que parezca, puede ser transformada. Que la fe exige valentía, coherencia y entrega. Y que Dios sigue llamando hoy a apóstoles que vivan con pasión y fidelidad el Evangelio.
Que en esta solemnidad pidamos su intercesión para ser discípulos valientes, testigos de esperanza, y constructores de la Iglesia en nuestro tiempo.