La Biblia y la tradición de la Iglesia nos enseñan que María no tuvo más hijos, a diferencia de lo que algunos protestantes quieren creer, y no solo eso, sino que la Virgen se mantuvo virgen el resto de su vida, es decir que San José nunca tuvo relaciones sexuales con su esposa.
¿Por qué? Porque sabía que María era el arca de la alianza. Que María había llevado en sus entrañas al salvador del mundo, a Dios mismo. María había encarnado al Templo, al Santo de los Santos donde Dios moraba, y él reconocía que el vientre de María era un lugar santo. Por eso, sabemos que José se mantuvo casto durante el resto de su vida. Y aquí ya mencionamos una de las palabras más malentendidas de todo el diccionario, después de la palabra ‘amor’.
La castidad es una clave importantísima para que redescubramos y definamos la hombría. Esta virtud es precisamente uno de los atributos de todo gran hombre, porque la castidad es la llave para abrir todo el potencial de la sexualidad masculina. ¿Qué es la castidad? En pocas palabras es no estar dividido. Es que mis impulsos sexuales logran estar subordinados a mi corazón y a mi razón. Eso significa que por más fuerte que sean mis impulsos sexuales, yo logro ‘elevarlos’ a algo mucho más alto. Yo los controlo y no ellos a mí.
San José es el modelo perfecto de castidad, porque supo someter su hombría a un propósito mayor en el que estaba participando.
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